En el pabellón donde nos acogerían reina el silencio; solo se oyen los ruidos de los bastones, plásticos abriéndose,
cremalleras y sprays. Poca gente habla; todo el mundo prepara sus cosas y
aguarda concentrado para la dura batalla, con el ceño fruncido y el gesto
compungido ante lo que nos espera. Después de descansar un rato me visto de
“romano” y aguardo la llegada de mi compañero de fatigas, ante una mezcla de incertidumbre
y respeto obligado. Arranca la III edición del Ultra Trail Sierras del Bandolero (UTSB 2014).
Al poco rato llega Pedro y nos
vamos lentamente hacia la plaza del pueblo donde aguardan un montón de amigos,
conocidos y nuestro compañero Ppnz para inmortalizar estos momentos en video.
La tarde nos regala una temperatura suave y un ligero viento apacible; buenos
augurios para la contienda. Una vez tomadas las fotos de rigor con los
bandoleros nos dirigimos al cajón de salida desde donde sigo muy concentrado
(traducción: "acojonado") ante la inminente salida. Ésta se da con
una puntualidad británica y a las 18,00 h. suenan las tracas y los disparos de
los trabucos y arcabuces, mientras una serpiente multicolor avanza por las
empinadas calles del pueblo hacia un futuro incierto.
Las piernas se van solas, no
puedo frenarlas por más que Pedro me diga que hay que reservar las fuerzas.
Aprovecho para evacuar líquido en una curva y allí me encuentro otra vez con mi
compañero para llegar a la primera parada: El Bosque. Ppnz nos espera, cámara
en mano, para registrar el momento y de paso echarme la bronca para que no me
entretenga mucho en el avituallamiento, como siempre. Preparo los bastones,
pues en breve estaremos subiendo el famoso cortafuegos...
Poco antes de las 22,00 h.
llegamos al Puerto del Boyar para pasar el control y reponer líquidos y
sólidos. Como es costumbre en este sitio se nota ya algo de frío, por lo que me
pongo la chaqueta y tiramos hacia Villaluenga. El ritmo es bastante cómodo y
aun el cuerpo va con suficiente fuerza. Tras acometer la enorme bajada hacia el
pueblo (ya clásica) entre un reguero de luces blancas y rojas, llegamos rozando
las 01:30 de la mañana. Parada corta y seguimos adelante, eso sí, con dos vasos
de caldo de puchero calentito en el cuerpo. Allí nos encontramos con Javi el
bombero y María, pues participan como equipo mixto, y continuamos con ellos
hasta el refugio de Líbar. En ese control nos esperaba un café calentito que
por lo menos a mi me vino de perlas y nada más salir Pedro y yo iniciamos un
trote suave sin parar hasta Montejaque. Muy buen rollo en este avituallamiento,
o al menos eso me pareció, con lo que salí de allí bastante eufórico hacia
Ronda. La subida a La Ermita fue un visto y no visto de lo bien que íbamos y
enseguida nos encontramos camino de Ronda, con su habitual subida larga y
cansina. En ese punto coincidimos con otros dos corredores: Juan Antonio Gil,
del
Club Deportivo Androx de Huelva, y otro chaval que creo que se tuvo que
retirar más adelante por problemas en la rodilla. Es ese chaval el que me dio
un apósito especial para quemaduras que me puse en la planta del pie derecho,
la cual llevaba ya con mala pinta. Le estoy enormemente agradecido, pues
retrasó bastante la ampolla que no saldría hasta Cortes y ello me permitió
seguir la carrera bastante bien. Desde aquí le doy las gracias y si le llega
esta información le pediría que por favor se pusiera en contacto conmigo para
dárselas personalmente.
Salimos de Ronda, como siempre a
buen ritmo, y bajando por la "Cuesta del cachondeo" me entra un
apretón (raro en mí) que me obliga a dejar por allí un buen recuerdo. Más
adelante encontramos a un fotógrafo que inmortaliza nuestro paso por el Tajo de
Ronda, junto a otros compañeros de viaje, y continuamos hacia Benaoján. Vamos un grupito de 10 o 12 corredores,
pero al iniciar la subida por la zona de la Cueva del Gato me escapo en
solitario y espero al grupo, Pedro incluido, en la estación de Benaoján. Me
encontraba muy bien e iba como una moto. Sin embargo mi compañero llevaba ya algunas
molestias en los cuadriceps por lo que bajamos el ritmo, lo cual me sirvió para reservar fuerzas que me vinieron muy bien hacia el
final. El tramo hasta Cortes lo hago en solitario, pero esperando a mi
compañero en todos los avituallamientos, pues fue lo que habíamos pactado
inicialmente. En Cortes las ampollas ya son casi evidentes en ambos pies, por
lo que me coloco sendos compeeds que me alivian bastante y me cambio de ropa
(mallas Hoko, compresoras y manga corta). Tras comer, pues eran las 14:30
aprox., seguimos adelante (siempre adelante). La subida hasta Sierra Blanquilla
se hace muy dura, pues ya llevamos casi 100 Km. en las piernas y todos sabemos lo
empinada que está esta pista. Desde el puerto se inicia un rápido descenso
hasta los Llanos de Líbar y de nuevo me quedo solo. Os va a parecer mentira,
pero mis piernas se iban solas. No se si fue el no parar de comer y beber, las
sales, el entrenamiento, los ánimos o una mezcla de todo ello, pero el caso es
que me encontraba perfectamente para lo que ya llevábamos recorrido (eso no
quiere decir que no acusara cansancio, obviamente) y sin hacer uso aun de
ningún gel. En Villaluenga me cambio de ropa para pasar la segunda noche y en
esto que aparece de nuevo mi compañero infatigable. Él sí que es un valiente,
pues terminó la edición anterior con la lluvia intensa que caía y en esta ha
sido capaz de terminar con los cuadriceps tocados; vaya desde aquí mi
admiración y respeto. Al poco rato nos encontramos con Alberto, quien nos da
palabras de ánimo y nos acompaña hasta el final del pueblo, lo que es de
agradecer.
Desde aquí iniciamos la subida
hacia Charca Verde y sin darme cuenta veo tras mí a un grupo de corredores que
iban ya desesperados con tanta subida. Me convierto en guía improvisado de ellos y sin perderme, cosa rara, los llevo hasta el mismo Grazalema, llegando a eso de las 22,00 h.
He de agradecer a los/as voluntarios/as de ese avituallamiento, pues había
comida en abundancia: patatas fritas, aceitunas, salchichón, queso, cuscús (sí,
no es broma), y un licor parecido al pacharán que lógicamente no me atreví a
probar. Tras la espléndida recarga enfilamos la pista, subidón incluido, hasta
el Puerto del Boyar. En entonces cuando nos volvemos a encontrar con el chaval
de Huelva que iba muy tocado de su rodilla derecha, pues al parecer se lastimó
bajando hacia Grazalema, y ya le acompañamos hasta el final. El trayecto hasta Benamahoma
se hace muy pesado; interminable. Para colmo algunas zonas se encontraban
llenas de barro, lo que nos hizo pegar algún que otro resbalón (también estaba
a la ida, pero estas alturas cualquier mínima contingencia se convierte en un
obstáculo). Al llegar a Benamahoma encontramos a nuestra compañera Yeye y a un
grupo de chavalas muy simpáticas (las mismas del año pasado, aunque no todas) y
nos dieron palabras de aliento y un espléndido bocadillo de tortilla. No se cuál
de las dos cosas me dio más fuerza, la verdad. Luego Yeye nos acompañó hasta
el carril que conduce al sendero que une esta población con El Bosque a través
del río Majaceite (gracias Yeye) y sin problema alguno llegamos a esta
población. En una hora escasa llegamos, no sin antes despistarnos porque algún
gracioso, ya que por allí estaban celebrando el Carnaval, giraría una señal y en lugar
de tirar hacia la derecha lo hicimos en dirección opuesta. Menos mal que
conocemos la zona y pronto llegamos a la Venta Julián, aunque el
avituallamiento se encontraba justo en frente. Allí perdimos poco tiempo, pues tenían
la calefacción alta y ya sabemos de los peligros que ello conlleva, sobre todo
si te acomodas.
Como “fin de fiesta” nos tenían
preparada otra pista de subida muy pronunciada que nunca acababa. Veías arriba del
todo la baliza y al llegar encontrabas otra baliza mucho más arriba, y cuando
llegabas, otra baliza mucho más arriba…, y así sucesivamente. Para colmo,
cuando acaba la pista y crees que todo ha terminado hay que pasar una zona de
barrizales tremenda, pero a estas alturas de la película ya todo nos da igual;
agachas la cabeza, aprietas los dientes y “to palante”. Cuando menos te lo
esperas cruzas un túnel y ves las primeras luces del pueblo (lo más parecido a
una aparición mariana) y entonces grito a mis compañeros ¡no me lo puedo
creer!, y es que llevaba bastante tiempo luchando contra el sueño y
experimentando visiones alucinógenas (sin haber fumado nada). Tras el último e
importante subidón (para variar) llegamos a la calle desde donde se vislumbraba
la meta. Pedro y yo, sacando fuerzas de flaqueza, decidimos echar a correr,
pero la rodilla de Juan Antonio dice que mejor otro día. La aventura llegaba a
su fin tras 36h 47m, 150 Km. y 11.000 m.
de desnivel acumulado, a eso de las 06:45 h. de la mañana. Al llegar a meta nos
fundimos en abrazos y felicitaciones, foto de rigor y recogida de soft-shell de
fisnisher, medalla y diploma. Uno de la organización nos dice: “¡muy bien, pues
nada, hasta el año que viene!
No se si se volverá a hacer el
año que viene; en este momento lo que toca es recuperar y disfrutar de todo lo vivido, aunque también, y aunque
resulte paradójico, he disfrutado muchísimo durante la carrera. En estos
momentos me acuerdo de las palabras de ánimo de José Ángel los día previos que
me decía que disfrutara cada metro, y puedo decirle que así ha sido. Gracias.
Agradecimientos: quisiera
agradecer a mi familia, especialmente a Paqui, mi mujer, por su comprensión y
paciencia en mis largos entrenos; a mi entrenador,
Octavio Pérez, sin el cual no
hubiera sido posible disfrutar como lo he hecho; al gimnasio
Costafitness,
donde he preparado mi musculatura; a
Blanes Chiclana, por la suplementación y
las sales que me han dado la vida; a mis compañeros del
Club Marathon Nocturnis
que han estado pendientes en persona o vía Whatsapp en todo momento; a mis
familiares, amigos y conocidos vía Facebook; por supuesto, a la excelente organización del UTSB 2014, a cargo del
Club de Senderismo Tritón y a todo@s los que han creído en
mi. Gracias a tod@s.
Ver aquí las fotos.
Ver aquí la clasificación.
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