
Para la última carrera que hemos disputado nos hemos
trasladado a Navacerrada. Un pueblo dentro de la Sierra de Guadarrama, rodeado
de las montañas más importantes de Madrid.
Una zona que tras la reconquista fue repoblada por ganaderos, y donde
durante un montón de años se repartieron palos entre los segovianos y los madrileños por el control de sus montes. Anteriormente rondaron los
romanos por allí camino de Segóbriga...; y es que como yo no meta a los romanos
por medio parece que la crónica no es mía.
Pues nos colamos
por allí una peña de los Nocturnis
patrocinados por Mercedes Benz para contarles
a los madrileños que aquí en
Chiclana hay un grupo de ultrafondo de calidad que está paseando la insignia
del cazador nocturno por todas las carreras importantes del mundo. A media tarde llegamos allí Romorgo, Canino, Lolo, y yo mismo, el Ppnz. El ambiente era precioso,
el pueblo bonito y como era tempranito, aparcamos el Mercedes "de gorra" en un punto céntrico, con las ventanas
abiertas y la música de Curro Jiménez a tope. ¡YA ESTÁN AQUÍ LOS NOCTURNIS DE CHICLANA! Inspeccionamos la zona,
recogimos los dorsales, nos tomamos la cervecita de rigor, y nos preparamos
mentalmente para lo que se nos venía
encima. El Lolo comenzó con sus habituales palabras de ánimo: ¿qué carajo
estaremos haciendo aquí? ¿Quién nos habrá metío
a nosotros en esto? El Canino visitó todos los water de la plaza del
pueblo, y el Ppnz su habitual untamiento de cremita por zonas vírgenes. Ya estábamos
listos casi todos, mientras Romorgo
todavía estaba liado con su mochila y equipamiento...
Once de la noche, el Ppnz chupando cámara en primera línea
de salida a ver si salía en las fotos con la élite. Música de rigor, frontales encendidos, disparo de salida y al ataque. A partir de ahora 110 km y 5000 metros positivos
nos esperaban. La noche templadita, nos
colocamos en buena posición para afrontar la Maliciosa, primer obstáculo
de la carrera. El espectáculo maravilloso, con esa serpiente de luces blancas y rojas de los
frontales que se perdían en la lejanía.
Íbamos bien situados, detrás pero a distancia de los campeones para no
tener que soportar los embudos de los
senderos estrechos y picados. Pendientes de vértigo de gravilla que resbalaban
hacia detrás, se va perdiendo la vegetación y comienza la piedra pura y dura y
poco a poco llegamos a la cima. Sorprendente el paisaje de las luces de los pueblos de la sierra y de los corredores.
Comenzamos una bajada vertiginosa, la élite saltaba de piedra en piedra de
noche; increíble la habilidad de los traileros, antes de darnos cuenta y viendo
pellejazos y tobillazos del personal llegamos al primer avituallamiento a 20 km del comienzo. El terreno invitaba a correr,
comenzaba a amanecer y estableciendo ritmos constantes de carrera y marcha
llegamos con un buen tiempo a mitad del recorrido, en Rascafría. Bosques, ríos, monumentos, un lujo
de los madrileños que acaban de convertir en Parque Nacional. Ahora quedaba lo más duro: la subida al Reventón, y
cresteo hasta el punto más alto de Madrid, el Peñalara. Allí los restos de
nieve presentaban un paisaje de ensueño, una trepada dificilísima y llegamos a
lo que llaman los Claveles, unos 100 metros de piedra imposible de pisar de
bloques con precipicio a ambos lados que te hacían imaginar como los habrían
pasado esos corredores que encabezaban
la carrera. La bajada igual de
complicada y con un terreno plagado de
riachuelos que recordaban los senderos
de los Alpes. Nos acercamos al km 80 y
las fuerzas comenzaron a fallar. En La Granja donde estaba la meta de la
carrera de 80 km
tuve que convencer a Lolo y Canino para
que no se retiraran, pues Canino estaba
medio quemado por el sol y el Lolo sólo necesitaba que alguien se quitara de en
medio para apuntarse a la retirada.
Así afrontamos los
últimos 30 al ritmo que pudimos, por un camino junto a los ríos plagado de
domingueros pasando el
día. Creíamos que
ya no habría más complicaciones pero la pista hasta el Puerto de Navacerrada fue
una auténtica tortura.
La última etapa,
otra bajada difícil sobre todo por la falta de fuerzas, enfilamos una pista
interminable
y por fin divisamos el
pueblo. En las primeras calles nos esperaba Romorgo que fue traicionado por su
rodilla
en la bajada de la Maliciosa y que con el mejor criterio decidió abandonar.
Llegamos a la meta los tres agarrados como uno solo, sin fuerzas atrincamos el
ansiado chaleco de finisher, las fotos de rigor y a la búsqueda del hotel en
Cercedilla, que ya habría tiempo de celebrar este último éxito del mejor club
de ultrafondo de Cádiz, los míticos lobos esteparios, los cazadores de la
noche, los legendarios Nocturnis.
Ppnz